«Se situaron bajo la protección de Dios, implorando su ayuda, sin poner su confianza en los esfuerzos que realizaban. Y la protección de Dios fue para ellos una ciudad fortificada, porque sabían que nada podían sin la ayuda de Dios, y su humildad les impulsaba a decir, con el salmista: 'Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas'»
monje Isaías, Asceticon