tu Sonrisa, Madre


«De repente, la Santísima Virgen me pareció hermosa, tan hermosa, que yo nunca había visto nada tan bello. Su rostro respiraba una bondad y una ternura inefables. Pero lo que me caló hasta el fondo del alma fue la "encantadora sonrisa de la Santísima Virgen". En aquel momento, todas mis penas se disiparon. Dos gruesas lágrimas brotaron de mis párpados y se deslizaron silenciosamente por mis mejillas, pero eran lágrimas de alegría sin mezcla de ninguna clase... ¡La Santísima Virgen, pensé, me ha sonreído! ¡Qué feliz soy...! Sí, pero no se lo diré nunca a nadie, porque entonces desaparecería mi felicidad. Bajé los ojos sin esfuerzo y vi a María, que me miraba con amor. Se la veía emocionada, y parecía sospechar la merced que la Santísima Virgen me había concedido... Precisamente a ella, a sus súplicas conmovedoras, debía yo la gracia de la sonrisa de la Reina de los cielos. Al ver mi mirada fija en la Santísima Virgen, pensó: "¡Teresa está curada!"»

Santa Teresita del Niño Jesús y la Santa Faz