«Paloma mía, en las oquedades de la roca, en el escondrijo escarpado, déjame ver tu figura, déjame escuchar tu voz. Alguien ha reconocido en estas oquedades las heridas de Cristo. Y tiene razón, porque Cristo es la roca. (…) La paloma, escondida en su refugio, mira sin temblar al halcón que traza círculos alrededor de ella»
San
Bernardo